viernes, 11 de abril de 2014

La China del Caribe

Publicado el jueves, 04.10.14

La China del Caribe
ENRIQUE PATTERSON

Castro II intenta convertir a Cuba, con la nueva ley de inversiones
extranjeras, en  La China del Caribe. Teme que la discípula llanera no
pueda sostenerla como tampoco pudo la madre de Katiuska.  El régimen
escoge al desgaire, sin integralidad, las necesarias reformas
económicas. La economía de mercado no funciona a  la carta. Las
reformas requieren el despliegue del sistema completo o fracasan. A
fuerza de ensayos y errores, otras reformas -en el plano económico-
están en el camino. Los cubanos de a pie, que no deciden nada, pagan las
consecuencias mientras tanto.

El dilema desde el que esta élite incompetente aborda las reformas es el
siguiente: ¿cómo cambiar el modelo económico y avanzar hacia una
economía de mercado y, al mismo tiempo, mantener a la mayor parte de la
ciudadanía dependiente del estado?

Las clásicas dictaduras  militares – escenario hacia donde se dirige el
castrismo mientras no ocurra una transición política – utilizaban formas
tradicionales y extremas de la represión (cárcel, tortura o muerte) como
único recurso para enfrentar el disenso político; el castrismo contaba,
y aún cuenta en menor medida, con formas indirectas y masivas de
control. Las formas tradicionales de represión constituyen en el
castrismo casos extremos, no por eso menos usados, entre una panoplia
más amplia de control social.

Mientras, la dictadura clásica puede determinar si se está vivo o
muerto, libre o en presidio, absteniéndose respecto al  de qué y 
dónde se vive o estudia,  qué o no se come y  en qué se cree,
dejando así espacios de amplia autonomía personal. El castrismo, en su
época de apogeo, al ser dueño absoluto de  la hacienda, estaba en
capacidad de controlar  la vida en dimensiones semejantes a un estado
teológico regido por la  sharia.

 La nueva ley de inversiones extranjeras refleja el deseo del castrismo
de mantener el control de la ciudadanía desde el monopolio de algo tan
básico como el acceso al empleo, a la vez que se adentra en la lógica de
una economía de mercado propiciando el derecho a la propiedad y el
retorno de los capitales… sólo a los   inversionistas extranjeros. La
reforma fracasará no por la naturaleza del régimen político, sino porque
pretende mezclar dos modelos de control social que no son compatibles.

 Para que el mercado funcione no sólo se necesita la tan anunciada como
-tratándose de Cuba- increíble seguridad jurídica que se ofrece a los
inversores extranjeros sino también la libre contratación de las
personas; la negociación del precio del trabajo de acuerdo a la oferta y
la demanda desde un marco mínimo que el estado social pudiera
establecer. En la legislación saltan a la vista las contradicciones del
régimen cubano.

 El estado, que aún tiene la desfachatez de llamarse socialista, dice
garantizar la libre propiedad de los extranjeros mientras que- en su
función  de agencia de trabajo- sigue esclavizando a la fuerza
productiva nacional. El estado, dizque nacionalista, aprueba una ley de
inversiones que da a los extranjeros el derecho a la propiedad que les
niega a sus propios nacionales.

  El no régimen no acaba de entender que - en el momento en que
renuncia a parte de la  hacienda - puede seguir reprimiendo,
torturando, o matando lo mismo que Pinochet o Videla; pero que - si
desea estar en capacidad de financiar la compra de balas de goma y gases
lacrimógenos-  tiene que renunciar al control total de  la vida desde
el subterfugio de agencia exclusiva de trabajo.

  Si como espero -dadas las urgentes necesidades financieras del
régimen- la ley se corrige, hay implicaciones políticas a mediano y
largo plazo. La primera sería el posible fortalecimiento de unas clases
medias que los herederos de los guerrilleros no podrán, ni acaso
querrán, mantener en los marcos de una dictadura. No veo en el exilio, y
sí dentro de Cuba, estrategias que se dirijan  hacia el  impulso de la
democratización desde semejante escenario.

 Además, en la  medida en que el estado sea la única agencia de
trabajo, la reproducción del ya serio racismo estructural que padece la
sociedad cubana se acrecentará pudiendo conducir a explosiones sociales
y/o raciales que pondrían en peligro los desarrollos económicos que
puedan alcanzarse. Es el estado el que clasifica  y coloca a los
trabajadores en posiciones mejores, peores o en ninguna y por ello es
responsable – a propósito, y no por herencia histórica- de que las
oportunidades en el país aumenten mientras sea menor el por ciento de
melanina que se porte en la piel.

 Por último, si funcionara la reforma económica, veremos no
precisamente a los  liberales americanos presionando en el Congreso
para levantar o enmendar el embargo al régimen cubano. Por ello
avizoramos que se inicia un periodo en que el castrismo, necesitado de
inversiones, se portará muy bien con EEUU. La geografía y las finanzas
cuentan. La esencia del conflicto se  hará clara: no es entre Cuba y el
imperio, sino entre el estado cubano y la ciudadanía.   La China  del
Caribe juega a la perestroika sin la glasnost. Las elecciones libres las
ven en otra parte.

Source: ENRIQUE PATTERSON: La China del Caribe - Columnas de Opinión
sobre Cuba - ElNuevoHerald.com -
http://www.elnuevoherald.com/2014/04/10/1721218/enrique-patterson-la-china-del.html

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