sábado, 15 de noviembre de 2014

El embargo - la manzana de Barack Obama

El embargo: la manzana de Barack Obama
Es difícil no ver una secuencia bien orquestada entre la amañada
encuesta del Atlantic Council de Washington, las declaraciones de
industriales de origen cubano, como Fanjul y Saladrigas y los cinco
editoriales del New York Times
viernes, noviembre 14, 2014 | Fernando Nuñez

PARIS, Francia — La ofensiva normalizadora está ganando la partida y lo
comprobaremos cuando se inicie la recta final del gobierno del ídolo
caído Barack H. Obama, quien poniendo punto final al diferendo entre
Washington y La Habana estaría justificando su aventurado premio Nobel
de la Paz.

Todo comenzó con lo que el asesinado Payá caracterizó en su momento de
cambio fraude. Una asociación de términos que oscurece –más que aclara-
el concepto que intentaba definir: el de la nueva transición pactada. El
movimiento se inició en 2006 con la llegada al poder de Castro segundo,
quien manifestó desde el principio, su disposición de sentarse a la mesa
de negociaciones. Para ilustrar sus buenas intenciones, aplicó a
regañadientes algunas de las transformaciones económicas y sociales de
fachada, exigidas no sólo por el desastre económico interno provocado
por Castro primero, sino por las insistentes exigencias internacionales,
concretamente norteamericanas.

Es difícil no ver una secuencia bien orquestada entre la famosa y
amañada encuesta de opinión del Atlantic Council de Washington y las
declaraciones de industriales exitosos de origen cubano, como la de los
señores Fanjul y Saladrigas. En la misma dirección, apunta el aumento de
los intercambios académicos y culturales, cuyos representantes, buenos
comunicadores de hecho, como el señor Arturo López Levi, se instalan
poco a poco en el paisaje mediático, sin que sus grados de expertise
adquiridos en el tema cubano, tengan algo que ver con currículums
académicos u hojas de vida. CAFE para todos, fuerte o aguachento, poco
importa, con tal que el mensaje pase. Al mismo tiempo, otros
intelectuales como Carlos Alberto Montaner, capaces de desmontar con
argumentos lógicos e históricos la falacia anti embargo, son relegados
del debate público cuando no frecuentemente ninguneados.

De toda evidencia, la logística con la que cuenta la posición pro
embargo es mínima. En todo caso, no puede compararse con la artillería
pesada de sus oponentes, que como constatamos a diario, pasa por la
emergencia y afianzamiento a través de las nuevas tecnologías de una
disidencia glamour, que el régimen no molesta y que Miami, a pesar de
histerias puntuales, tolera, acoge y sustenta. El discurso también se
manifiesta con una presencia –estable- en los medios de difusión masivos
del exilio. Eso, sin olvidar las dispendiosas campañas publicitarias en
el metro de Nueva York, pasando por un reciente vídeo, que reclamaba el
"derecho de querer" de la inocente familia cubana, víctima ante la
opinión internacional de una absurda geopolítica. Naturalmente detrás de
esos dineros, está el ablandamiento de las posiciones, otrora
inflexibles, de la mayoría de los disidentes viajeros y, por supuesto,
los tres editoriales del New York Times que tanto ruido han hecho.

Tampoco el régimen se queda rezagado, pues invierte una parte de las
remesas extranjeras, o sea, nuestro dinero, para que sus representantes
vendan por el mundo las bondades del "sociolismo" cubano, resumidas en
un axioma imparable que ni siquiera los chinos imaginaron: inviertan
señores capitalistas, que nosotros nos ocupamos de administrar la masa
salarial esclava. Así esperando a Godot, se repite el movimiento de
posicionamiento de empresas hispanoamericanas, europeas y asiáticas que
como en 1994, esperan anticiparse a una hipotética apertura del mercado
cubano, una vez normalizadas las relaciones con los Estados Unidos.
Durante el último año y medio, los delegados de la Oficina de Intereses
de Cuba en Washington han viajado en tres oportunidades a las ciudades
de Tampa y Miami en Florida para promover una idea simple: el momento
del cambio ha llegado ya y no habrá cajitas para todos. El colofón y la
catarsis de esas dos fuerzas combinadas, se expresa en las Naciones
Unidas, con un voto abrumador de condena al "Bloqueo yanqui", repetido
cada año ante la bien merecida indiferencia general.

La vida es un carnaval. Así lo repetía en pegadizo estribillo aquella
grande que ya se fue sin volver a pisar la tierra que la vio nacer.
Proscrita y desterrada, sin que el régimen de Fidel y Raúl Castro la
dejase volver ni siquiera para enterrar a su madre. El carnaval cubano
es así. No hay nada que hacer. Está fabricado entre componendas y
arreglos por debajo de la mesa. Aquellos que ponen el grito en el cielo
reclamando un poco de dignidad, demuestran en el peor de los casos, una
ignorancia supina y en el mejor, una inocencia que, al cabo de casi
sesenta años de repeticiones, adquiere ya visos de patología peligrosa.

Source: El embargo: la manzana de Barack Obama | Cubanet -
http://www.cubanet.org/opiniones/la-batalla-de-ideas/

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