viernes, 2 de enero de 2015

Cuba mira al modelo vietnamita

Cuba mira al modelo vietnamita
La revolución cubana celebra su 56º aniversario sumergida en la
introspección
JUAN JESÚS AZNAREZ Madrid 1 ENE 2015 - 21:35 CET34

Fidel Castro siempre lamentó que la muerte de Ho Chi Minh le
sorprendiera inmerso en la vorágine revolucionaria de 1969, abismado en
los numantinos conciliábulos de La Habana, sin haber podido conocer al
estratega que acaudilló los alzamientos nacionalistas de mediados del
siglo XX en Vietnam contra el colonialismo de Francia y Estados Unidos.
Concluidas las guerras de liberación indochinas, y sustituidas las
trincheras antiimperialistas del Mekong por los hidroaviones turísticos
y las grandes superficies comerciales, la revolución cubana celebró ayer
su 56º aniversario sumergida en la introspección, digiriendo una
normalización diplomática con Washington que obligará a corregir su
trayectoria.

¿Rumbo a Hanoi o a Pekín? Quizás rumbo a Vietnam con escala en Artemisa,
el banco de pruebas del cambio gerencial, el laboratorio provincial
donde el Partido Comunista de Cuba (PCC) ensaya la descentralización y
el repliegue del intervencionismo del Estado. El cuadrante
revolucionario ignorará el pluripartidismo y el formato chino, el
"enriquecerse es glorioso" proclamado en 1992 por Deng Xiaoping, porque
la mayor de las Antillas ardería por los cuatro costados al grito de
pendejo el último. Ni la historia ni la cultura cubanas parecen permitir
una traslación automática de las mudanzas abordadas por China y Vietnam
en 1978 y 1986: dos economías de mercado a las órdenes del partido
comunista.

Fidel Castro también hubiera deseado conocer a John F. Kennedy, pero no
fue posible porque el presidente norteamericano fue asesinado, en 1963,
cuando ponderaba algún tipo de avenencia con el jefe guerrillero que el
primero de enero de 1959 había entrado triunfalmente en La Habana
después de derrocar a Fulgencio Batista, un sargento chusquero monigote
de Washington. De haberse producido la conciliación, las cábalas sobre
el futuro de Cuba hubieran sido otras. Refractario al capitalismo,
ausente de los actos de la histórica distensión, nada se sabe sobre los
sentimientos del patriarca durante las negociaciones con Estados Unidos,
en cuyas cloacas se fraguaron atentados contra su vida.

Más de medio siglo después del magnicidio de Dallas, Barack Obama y Raúl
Castro lograron un acercamiento que hubiera sido imposible con Kennedy
desde el momento de la alianza con la Unión Soviética. La Habana celebra
este aniversario de la revolución reconduciendo estructuras concebidas
para la confrontación, calculando los pros y contras del nuevo
itinerario. Magullada por las refriegas y la utopía, la revolución
cubana se acerca a Estados Unidos con la guardia alta, aparentemente
dispuesta a encajar golpes en zonas blandas, pero cubriendo órganos
vitales. No obstante, las aperturas económicas y sociales derivadas del
apaciguamiento binacional pueden avivar inercias democratizadoras
imparables.

La efeméride de este año no es protocolaria porque la circunstancia es
histórica. Cuba hierve en expectativas. También debe de haberlas en los
sectores del PCC marcados por la desconfianza y el adoctrinamiento,
preocupados por las consecuencias del deshielo con el enemigo. Sospechan
que la privatización de la economía cobrará fuerza y aceleración al
amparo de los nuevos tiempos, propulsada por los previsibles préstamos
internacionales para fomentarla. Temen que la ayuda norteamericana sea
malévola y conduzca al surgimiento de una burguesía potente, insolidaria
y apátrida: una quinta columna que conspirará para reinstaurar en la
isla el coco del capitalismo, la explotación del hombre por el hombre, y
será cómplice de las ambiciones anexionistas del yanqui.

Raúl Castro y la dirección del partido acometen una tarea compleja,
pedagógica: explicar a la militancia más ideologizada el encaje de
bolillos asumido desde el pasado 17 de diciembre: entenderse con el
enemigo, modernizar el país, abrirse al mundo y ampliar las libertades
económicas con pragmatismo y justicia distributiva; sin prisas, sin
ceder poder político, ni los medios de producción, con las banderas de
la gratuidad de la sanidad y la enseñanza siempre izadas. La armónica
sincronía entre capitalismo y comunismo. El catecismo parece tan
imposible como el derrocamiento a palos de la revolución. El Gobierno
arranca el 2015 obligado al replanteamiento de algunas esencias
programáticas: fomentará el emprendimiento y la creación de empleo
privado, pero intentará acotar la acumulación de riqueza entre el medio
millón de autónomos cubanos que sueña con cadenas de restaurantes y
cines, negocios de importación y exportación y las franquicias de
Wal-Mart, McDonald's y Apple.

China y Vietnam son dos referencias que el Gobierno objeta porque su
crecimiento económico ha sido tan asombroso como preocupantes las
desigualdades sociales generadas. Hace apenas dos meses, Carlos Alonso
Zaldívar, exembajador español en Cuba (2004-2009), resumía en la revista
Política Exterior el gran dilema: seis millones de cubanos, de una
población total de 11,5 millones, dependen de la protección oficial en
pensiones, servicios y productos subvencionados. El 68% del presupuesto
es gasto social. "Sabiendo cómo viven, nada resulta más natural que el
temor de estas personas a que ese gasto se reduzca o, no digamos,
desaparezca. Esto genera una fuerza de resistencia al cambio".

Otros cuatro millones trabajan para el Estado, y su escaso salario se
complementa con subsidios. Como el horizonte es problemático, se
registran resistencias ideológicas y políticas al cambio dentro del PCC,
el Ejército y la Policía Nacional Revolucionaria (PNR). "Pero la
auténtica resistencia que explica el ritmo lento de las reformas procede
de la dificultad de hacer el país más productivo sin lanzar a la
indigencia a millones de personas. Ese es el problema de fondo que
tienen que resolver Raúl y su gente. Una terapia de choque aplicada a
Cuba destruiría el país paras generaciones", según Zaldívar. No
sorprende entonces que el nuevo rumbo revolucionario pueda ser Vietnam,
donde enriquecerse no es tan glorioso como en China, pero está mejor
visto que en las probetas estatales de la caribeña provincia de Artemisa.

Source: Cuba mira al modelo vietnamita | Internacional | EL PAÍS -
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/01/01/actualidad/1420144140_718901.html

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