domingo, 12 de abril de 2015

Cuba no cambia

Cuba no cambia
El presidente de Estados Unidos ha movido sus fichas y, en una operación
que todo mundo califica de "histórica", pretende restablecer relaciones
diplomáticas con la nación cubana. Yo me pregunto, con perdón, ¿para qué?
ROMÁN REVUELTAS RETES
12/04/15 1:32 AM

O, mejor dicho, el régimen de los hermanos Castro sigue imponiendo a
todos los demás sus prácticas de siempre, por no hablar del férreo
aparato de control con el que sojuzga a sus propios ciudadanos. Agentes
del aparato represor del Estado cubano se enfrentaron violentamente, en
las calles de Panamá, a quienes protestaban contra los gobernantes de la
isla. Hablando de soberanía, oigan ustedes. Imaginen que, aquí en
México, salimos algunos de nosotros a la calle, ejerciendo plenamente un
derecho que no sólo nos garantiza la Constitución sino que también lo
asegura el Gobierno de Enrique Peña —tan denostado y vituperado por unos
opositores que, de vivir en Cuba, estarían todos en la cárcel y no
podrían decir ni pío— y que se nos aparecen enfrente unos golpeadores al
servicio de un país extranjero. Un escandaloso atropello, digo yo. Ah,
pero, son intocables, los Castro. No hubo quejas en la suprema Cumbre de
las Américas, no se escucharon voces indignadas para señalar tan
indebida intervención en un país que, por si fuera poco, es el generoso
anfitrión de todos los líderes continentales, y no hubo una protesta
diplomática de los panameños. Todos miraron hacia otro lado y, mientras
tanto, el señor Castro le asestó a la concurrencia un discurso que duró
tres cuartos de hora siendo que a cada uno de los mandatarios se les
había asignado un tiempo máximo de ocho minutos. Y Obama, qué remedio,
tuvo que armarse de paciencia y tragar saliva como todos los demás.

Pero, justamente, el presidente de Estados Unidos ha movido sus fichas
y, en una operación que todo mundo califica de "histórica", pretende
restablecer relaciones diplomáticas con la nación cubana. Yo me
pregunto, con perdón, ¿para qué? Y no es porque pretenda desconocer la
inutilidad del bloqueo económico a la isla ni tampoco por no advertir
que hay ventajas y provechos inmediatos para la primera potencia
económica mundial si comienza a hacer negocios con los cubanos, por no
hablar de facilitar las relaciones entre los exiliados que se han
afincado en Estados Unidos y sus parientes que siguen viviendo en la
ínsula. Lo que ocurre es que, a pesar de todo, el bloqueo y el
desconocimiento del régimen castrista tenían un propósito. Porque,
señoras y señores, Cuba es una dictadura, ni más ni menos. Y, hasta
nuevo aviso, tener malas frecuentaciones no es lo más recomendable, así
sea que la práctica totalidad de los gobernantes de este planeta no sólo
mantengan una relación aceptablemente amistosa con los castristas sino
que trepiden de emoción cuando viajan a La Habana y se toman una foto
con Fidel. Hasta hace poco, los únicos que guardaban sus distancias y
que llamaban las cosas por su nombre eran los estadounidenses. También
es cierto que su papel de espantajo le vino como anillo al dedo a los
castristas: tuvieron, desde siempre, a un enemigo perfectamente
identificable cuya mera existencia daba una razón de ser a un régimen
que, pretextando interminable e inagotablemente que debía defenderse,
suprimió cualquier vestigio de disidencia interna: cuestionar o criticar
a los gobernantes cubanos, así fuere de la manera más tibia, te colocaba
de inmediato en la categoría de aliado del "imperialismo" y, desde
luego, te convertía en "enemigo" de una Revolución de naturaleza tan
sagrada que merecías castigos como la pena capital o durísimas
sentencias de prisión. Pues bien, ese sistema sigue ahí, ahora mismo, y
ni siquiera puede permitir que, en un país extranjero al que su máximo
dirigente acude por vez primera como invitado de la gran reunión de las
naciones democráticas del continente, se manifieste tranquilamente un
grupo de disidentes. No. Necesita echarles encima a sus matones,
disfrazados de seguidores espontáneos del régimen, como acostumbra hacer
en la isla cuando salen valientemente a la calle las Damas de Blanco o
los poquísimos protestadores que se atreven a expresarse públicamente.

Pues, ésos son sus nuevos amigos, presidente Obama. En Cuba no hay
partidos de oposición. No hay elecciones democráticas. No hay diarios
críticos ni voces como las que, en Estados Unidos o aquí en México, no
sólo lanzan denuestos contra el presidente sino que se permiten
inclusive ridiculizarlo en viñetas, caricaturas e historietas sin que el
"sistema" se sienta obligado a acallarlas. Lo que hay en Cuba es
discursos, ya no de 47 minutos como el de esta Cumbre, sino de cinco
horas. Hay opresión y, sobre todo, hay una terrible pobreza mientras que
los jerarcas del régimen gastan alegremente sus dólares en restaurantes
y hoteles de lujo a los que al cubano de a pie no le es permitido
entrar. Ah, pero, pensándolo bien, si va a ocurrir un cambio: aparecerá,
de seguro, una insolente clase de nuevos ricos, como en Rusia y como en
China. A lo mejor se trataba de eso y no nos habíamos enterado.

revueltas@mac.com

Source: Cuba no cambia - Grupo Milenio -
http://www.milenio.com/firmas/roman_revueltas_retes_semana/Cuba-cambia_18_498730133.html

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