miércoles, 15 de abril de 2015

Seis consecuencias si sacan a Cuba de la lista de países terroristas

Seis consecuencias si sacan a Cuba de la lista de países terroristas
13 abril 2015 Arturo López-Levy

He aquí una muestra de cómo cambiarían las relaciones entre La Habana y
Washington.

La salida de Cuba de la lista de Países Patrocinadores del Terrorismo
del Departamento de Estado tiene implicaciones tangibles e intangibles
que revisten una importancia histórica para Cuba en sus relaciones con
Estados Unidos.

En primer lugar reduce las bases sobre las cuales la rama ejecutiva
justificó toda la política de sanciones contra Cuba desde 1962. El
embargo fue proclamado con una lógica de seguridad nacional asociada a
la guerra fría. Cuba fue agregada a la lista en 1982 como pago a la
Fundación Nacional Cubano-Americana por su apoyo a la cruzada
antisandinista del presidente Reagan. Desde 1992, el Congreso ha
agregado otras capas de castigos, con racionalidades como la promoción
de la democracia, pero la columna vertebral del tema sigue siendo la
narrativa de seguridad. Si Cuba no es una amenaza terrorista, es difícil
decir que es una amenaza para EE UU dada la asimetría de poder entre los
dos Estados. Al desaparecer la URSS, Cuba renunció a tener armamento
nuclear al suscribir y ratificar el tratado de Tlatelolco y el de no
proliferación nuclear.

En segundo lugar, reemplaza la imagen oficial estadounidense de Cuba
como amenaza, con un diagnóstico de país en transición, algo que está
más en línea con la propia percepción cubana y de los países
latinoamericanos y europeos. Tal diagnóstico conlleva como prescripción
una política estadounidense de más intercambio y contactos y una mayor
posibilidad para EE UU de coordinar posiciones con sus aliados.

En tercer lugar, abre la posibilidad para que en septiembre,
coincidiendo con el calendario de renovación de la autoridad
presidencial para sancionar bajo la ley de Comercio con el Enemigo de
1917, Obama retire a Cuba de esa categoría (es el único país que queda).
Tal decisión podría abrir las Cortes estadounidenses a reclamaciones
legales contra algunas de las sanciones contra Cuba, en particular
aquellas que limitan los derechos civiles, como los de viaje. Esas
restricciones han sido fundamentadas desde una lógica de seguridad.
Fuera de ese argumento es cuestionable que el Gobierno prohíba a los
estadounidenses viajar a algún país por otras razones. (En la decisión
Reagan vs Wald de 1982, la Corte Suprema respaldó a la autoridad
presidencial para regular los viajes en el entendido de que no tenía
jurisdicción para cuestionar a la autoridad presidencial de política
exterior para decidir lo que era una amenaza).

En cuarto lugar, cierra la vulnerabilidad del Estado cubano a juicios de
reclamaciones individuales contra actos ocurridos bajo su propia
jurisdicción. En los últimos años, en particular en Florida, las Cortes
estadounidenses aplicaron festinadamente la ley de inmunidad soberana
extranjera (FSIA) desde la perspectiva de que Cuba, como Estado
terrorista, tenía limitada su inmunidad soberana. Las Cortes tomaron
casos de estricta jurisdicción cubana, confiscaron activos y adjudicaron
compensaciones millonarias a los reclamantes desechando la doctrina del
acto del Estado reconocida en el caso Sabatino vs. Banco Nacional de
Cuba (1964) por la Corte Suprema. Cuba no ha concurrido a esos juicios
al no reconocer ninguna validez a la calificación de terrorista y la
reducción de sus inmunidades soberanas. La salida de la lista ayuda a la
solución de las reclamaciones entre Cuba y EE UU en un proceso de
normalización porque detiene el saqueo de los fondos cubanos iniciado
bajo la Administración Bush que ha convertido a un problema difícil en
inmanejable.

En quinto lugar, abre el camino a la apertura de embajadas y el
restablecimiento de los vínculos diplomáticos oficiales al remover el
principal escollo argumentado por el Gobierno cubano para ese propósito.
Además, posibilita la apertura de cuentas bancarias para su misión en
Washington. Del mismo modo, la salida de Cuba de la lista facilita la
concesión de nuevas licencias para operaciones comerciales y financieras
porque no solo aminora la presión sobre las instituciones bancarias con
la que Cuba se relaciona, también rebaja los obstáculos, consideraciones
y rutinas adversas a esos contactos.

La sexta, es un clavo en el ataúd del embargo o bloqueo porque facilita
los acercamientos de otros países con Cuba pues elimina el riesgo que
conlleva el estar relacionado con un Estado clasificado como terrorista
y centra la atención de los problemas de la economía cubana donde
residen fundamentalmente, en las ineficiencias heredadas de la economía
de comando. Justo ahora que se plantea una revisión de la política
europea hacia Cuba, es un aliciente para que Bruselas cuestione las
sanciones extraterritoriales estadounidenses que afectan a compañías de
otros Estados en su relación con la isla. Paradójicamente, ahuecando las
leyes del embargo, la Administración Obama está creando licencias de
excepción para que compañías norteamericanas comercien con Cuba,
mientras castiga a entidades europeas realizando esas mismas actividades.

La presencia de Cuba en la lista de marras es vista en la isla como un
insulto infundado. Eliminar esa manipulación construye confianza para
posturas cubanas más flexibles tanto en el Gobierno como desde su
sociedad. El poder blando de EE UU con numerosos sectores de la sociedad
civil cubana se libraría de un lastre significativo. En América Latina y
Cuba es más fácil tomar con buena voluntad las posiciones de Washington
y aquellos sectores que les son más cercanos. Una de las declaraciones
en su gira que más perjudicó a Yoani Sánchez, la bloguera opositora, fue
su apoyo obcecado a la permanencia de Cuba en la lista por el argumento
de que "los Castro no han guardado la pistola".

La forma prescrita para sacar a Cuba de la lista, según las leyes
estadounidenses, afectará a las percepciones en EE UU y América Latina
sobre el poder de los grupos cubano-americanos proembargo y
antinormalización. Dada la importancia que esos sectores han atribuido
al tema, el procedimiento legal para lidiar la salida de Cuba de la
lista los coloca en una trampa 22. El presidente comunica al Congreso su
intención de sacar a la isla de la lista de países terroristas con un
mínimo de 45 días. Obama requiere el consejo del Congreso, no su
consentimiento. De esa forma, los congresistas pueden dar opinión y
consejo pero no se requiere su apoyo. A los opositores de la acción del
presidente, los senadores Marco Rubio, Ted Cruz y Robert Menéndez les
queda el papel del coro en las tragedias griegas: exclaman, gritan y
lloran pero no cambian nada.

Source: Seis consecuencias si sacan a Cuba de la lista de países
terroristas - Esglobal - Esglobal - Política, economía e ideas sobre el
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http://www.esglobal.org/seis-consecuencias-al-sacar-a-cuba-de-la-lista-de-paises-terroristas/

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