jueves, 1 de octubre de 2015

El "bloqueo" no - es el miedo

El "bloqueo" no: es el miedo
PEDRO CAMPOS, La Habana | Septiembre 30, 2015

Los gobernantes cubanos insisten en que el "bloqueo" es el principal
obstáculo al desarrollo económico de Cuba. Así lo ratificó este martes
el general-presidente Raúl Castro en Asamblea General de Naciones Unidas.

Hasta hoy, después de la caída del bloque socialista y la URSS, el
bloqueo-embargo de EE UU sigue siendo la principal justificación del
Gobierno cubano a todo el desastre económico y social causado por el
modelo estatalista asalariado impuesto en Cuba en nombre del socialismo,
en verdad una especie de capitalismo monopolista de Estado.

La economía cubana fue descendiendo en la medida en que el Estado
concentraba la propiedad sobre la tierra ‒que llegó a ser del 90 %,
sobre la industria y los servicios, que llegó al 100 %‒ y se
desarrollaban los monopolios estatales del comercio interior y exterior.

Todo esto estaba aderezado con controles de precio, políticas y planes
voluntaristas, control total por la élite económica del país, de las
inversiones y gastos estatales ("planificación centralizada"),
eliminación de las relaciones monetario-mercantiles, eliminación de la
iniciativa individual y colectiva, guerra al capitalismo privado y al
cooperativismo, ahora sesgadamente permitidos con mil trabas. Simple: se
iba constriñendo cada vez más la iniciativa de la sociedad.

No han sido el "bloqueo", como dice el Gobierno, ni ese "socialismo",
como aducen quienes se creyeron que esto era tal cosa, los causantes de
este desastre, sino el modelo estatal asalariado impuesto por los que
capitalizaron el triunfo revolucionario de 1959. Estos, en lugar de
restaurar la Constitución de 1940 y el curso institucional democrático
por los que habían luchado todas las corrientes políticas democráticas y
todos los sectores sociales, estatizaron (no nacionalizaron) todas las
empresas grandes, medianas y pequeñas, privadas o de propiedad asociada,
nacionales o extranjeras, y las continuaron explotando en forma asalariada.

En nombre de una revolución democrática y popular se impuso así un
Gobierno personalista y autoritario, antidemocrático, una dictadura que
se llamó del proletariado, donde los proletarios siguen siendo
proletarios, nada deciden y son peor explotados.

En nombre de un socialismo inexistente, también se apropiaron de la
fuerza de trabajo de los asalariados cubanos durante medio siglo, de
esos humildes y desposeídos en nombre de quienes se erigió ese sistema
de economía y gobierno. ¡Y aguantar que se denomine socialismo a esa cosa!

Si a los antiguos dueños de tierras, fábricas, empresas e inmuebles, les
quitaron sus propiedades materiales, a cuatro generaciones de
revolucionarios de todas las corrientes les quitaron sus vidas, que
fueron puestas al servicio estatal en las Fuerzas Armadas, los órganos
de seguridad, el trabajo diplomático, las misiones internacionalistas,
las guardias y movilizaciones. Había que defenderse de tantos enemigos
generados por tanta arbitrariedad.

Pero no es tiempo de culpas. Si menciono culpas es porque se está
incriminando como causante principal lo que fue un efecto, si bien es
cierto que también nos ha hecho mucho daño, sobre todo porque ha servido
para justificar tanto disparate.

Es época de soluciones. ¿Cómo resolver el problema? Muchos lo hemos
planteado y hasta Raúl Castro lo sabe y dijo, pero él no tiene ninguna
prisa: hay que liberar las fuerzas productivas.

¿Cómo?: democratizando la vida política y económica del país. Es
necesario deshacer las trabas, leyes y regulaciones que impiden a la
gente desplegar sus iniciativas, eliminar todas las restricciones que
impiden el trabajo libre privado de médicos, enfermeras, dentistas,
abogados, arquitectos y demás profesionales. Eliminar las restricciones
al cooperativismo libre. Desactivar los monopolios estatales de comercio
y los controles de precios a los productos agrícolas e industriales.
Permitir a los cubanos importar lo que deseen, montar tiendas y
fábricas, con simples impuestos de importación y venta.

Dar participación a los trabajadores en las empresas estatales en la
dirección, la gestión y las ganancias, permitir a las empresas autonomía
para invertir, vender y comprar. Permitir el desarrollo amplio de pymes
de todo tipo, sean de capital privado o asociado, y que sean apoyadas
con capitales privados o del Estado. Permitir que los cubanos residentes
fuera inviertan en la Isla, apoyen a sus familias y amigos. Cambiar la
ley impositiva para estimular producción y servicios.

Cambiar la Ley de Inversión Extranjera por una simple ley de inversiones
para todos, donde puedan actuar todas las formas de producción que la
realidad demanda, con libertad sindical y garantías de ingresos justos
para los trabajadores. Reducir tamaño y gastos del Estado. Ampliar y
liberar internet que permita comercio libre e intercambio horizontal de
información de todo tipo. El mercado libre posibilita el desarrollo del
trabajo libre, individual o asociado. Sin esos cambios no hay
socialismo, sostenibilidad ni prosperidad posibles.

¿Y puede realizar esos cambios en la economía una elite autoritaria
excluyente que aspira a perpetuarse en el poder y mantener el control
económico y político de la sociedad?

Hasta ahora ha demostrado que no. Primero –o paralelamente– debe haber
un proceso de democratización de la vida política, que en un clima de
confianza vaya permitiendo la actuación de otros sectores, grupos y
visiones con enfoque democrático de la sociedad. Esto implica libertad
de expresión, asociación y elección de manera que todas las tendencias
políticas y económicas se manifiesten e interactúen en democracia hacia
una nueva Constitución y una nueva ley electoral.

Una democracia genuina deberá establecer los presupuestos participativos
locales, de manera que impuestos y presupuestos sean controlados en
mayor medida por las comunidades para potenciar sus capacidades, un
desarrollo sostenible y más parejo, así como garantizar que todas las
leyes importantes sean discutidas amplia y horizontalmente por todos y
sometidas a referendo.

Y sin "bloqueo" interno, aunque persista el otro, veremos de qué somos
capaces los cubanos.

Si el bloqueo-embargo se levantara y siguieran esas trabas, el Estado
volvería a tragarse todos los préstamos y solo se alimentarían las
improductivas empresas estatales que interesan a las elites para seguir
gobernando paternalistamente con salud y educación de bajo costo, una
miseria de alimentos por la libreta y salarios, pensiones, viviendas y
transporte precarios para las mayorías.

Pero la burocracia no quiere socialización ni democratización: no quiere
arriesgar poder y privilegios. El miedo a perder el poder es la causa
última que impide los cambios. Por favor, no la asusten más. No hay que
acabar con nadie. No olvidar "con todos y para el bien de todos".

Quien ayude al empoderamiento popular, quien ayude a mejorar las
condiciones de vida del pueblo, quien ayuda a que la gente sea más libre
y pueda decidir sobre sus destinos, que sea más feliz y próspera, quien
más haga por el bienestar del pueblo, ganará el mayor respaldo popular.

Si todo eso tenemos que agradecérselo a EE UU y al levantamiento de su
"bloqueo"... siga usted, lector.

Source: El "bloqueo" no: es el miedo -
http://www.14ymedio.com/opinion/bloqueo-miedo_0_1862213764.html

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