viernes, 22 de julio de 2016

Qué fue de mi almendrón?

¿Qué fue de mi almendrón?
Nadie da el justo valor a lo que tiene hasta que lo pierde
Viernes, julio 22, 2016 | José María Ruilópez

GIJÓN, España.- Nadie da el justo valor a lo que tiene hasta que lo
pierde. El almendrón, ese símbolo del tránsito viario en Cuba
consistente en vehículos americanos de los años 40 y 50 del siglo XX,
forman parte del colorido urbano del país caribeño, lo mismo que lo
forman las casas medio derruidas, la multicolor vestimenta de los
ciudadanos o el gris perla mate de los uniformes de los "palestinos"
(policías de calle procedentes casi todos ellos de Oriente), de lenguaje
peculiar, como lo explica el poeta Raúl Rivero en su libro "Pruebas de
contacto": "Eta gente de Labana no dise paletino a nojotro porque nasimo
en Oriente".

Mi almendrón me devuelve a la infancia de mis cinco o seis años, y
disfruto yendo en él como si girara en el tiovivo de las fiestas
populares metido en un vehículo diminuto y estático en rodaje engañoso y
circular. Ahora, con un amago de nuevo período especial que dicen puede
llegar o ya ha llegado a Cuba, porque el combustible se ha encarecido,
porque los venezolanos han cerrado el grifo, porque están ellos buenos
para regalar; demasiados "porques" para un país que pende siempre del
hilo del regalo o la donosura económica de sus pares ideológicos; pues
ahora, debido a eso, los taxistas que manejan esos carros llamados
almendrones han subido el precio de las "carreras", como dicen en
España. Porque, claro, parece que nos les alcanza seguir cobrando lo
mismo por un servicio que depende de un combustible más caro.

En esta economía rocambolesca caribeña, ni un premio Nobel del ramo
sería capaz de resolver el asunto: Los taxistas se quejan de la subida
del combustible, debe andar ahora a 1,20 dólares litro. Aunque bien es
cierto que la mayoría, por lo que se dice, lo compran en el mercado
negro a precios muy inferiores al estatal. Así y todo, se quejan, porque
se supone que el mercado ilegal lo ha subido también en la misma
proporción que el del Estado.

Aquí todo el mundo se hace el loco y nadie quiere reconocer evidencias
como que pagando un litro de carburante a l,20 dólares y cobrando 10
pesos cubanos por una carrera del Vedado al Parque Central (como he
pagado yo), no hay negocio que lo aguante. Y menos con estos carros que
son verdaderas chupadoras de hidrocarburo (deben andar por los 15 litros
por 100 kilómetros). Mi coche particular en España anda por los 5,5
litros de gasolina por 100 kilómetros. Y el litro está ahora a 0,96
euros, 1 dólar al cambio actual.

En Cuba no hay sindicatos ni negociación fácil para llegar a acuerdos
razonables. El Estado ha fijado unos precios fijos (topados) y
"arréglate como puedas". En estos momentos en que la ciudadanía ha
tomado por su cuenta y riesgo (sobre todo riesgo), un poco de aire
libertario, los taxistas se han echado a la calle, no para hacer un
servicio, sino para llevar a cabo una protesta. Si después de los
carretilleros, otro bien estético del país (no entro en el aspecto
humano ni económico), y ahora con los almendrones Cuba puede estar
perdiendo la batalla del clasicismo, que en Madrid llamarían casticismo.

Quiero dejar por un momento de lado lo mercantil y fijarme en ese
servicio imprescindible, porque los almendrones son una alternativa muy
útil al caótico transporte público cubano. Mientras en Europa hay una
guerra declarada contra el coche particular para que usemos los
transportes públicos, eficaces casi siempre, en Cuba, que apenas hay
propiedad privada de carros, el transporte público es muy deficiente.
¿Cómo quieren que se mueva la gente en una ciudad como La Habana, de dos
millones de habitantes y con una extensión de más de 700 kilómetros
cuadrados, superior a Madrid capital? En cualquier momento se puede
paralizar un país si la gente no puede moverse.

Y, finalmente, me permito citar la apariencia, como decía antes, de los
almendrones en las ciudades cubanas. Ese empujón de entusiasmo que
recibe el visitante cuando se enfrenta a la circulación con esa
variopinta y ancestral figura de los almendrones soltando humo,
abarrotados de gente variada y seria. Aunque las autoridades —y seguro
que los cubanos tampoco— no se dan cuenta del valor que tienen esos
viejos carros para la definición de la identidad geográfica de ese país.
Desde la visión futurista, es necesario decir que hay que hay
protegerlos, apoyarlos económicamente, organizarlos profesionalmente,
subvencionarlos mecánicamente y cuidar un bien que debiera ser
patrimonio de la humanidad en Cuba, y que si llegan a desaparecer,
entonces se sabrá verdaderamente lo que significan. Abogo por una
sociedad (si no la hay) de "Amigos del almendrón". Yo cuido, desde la
ensoñación, mi almendrón literario rojo, blanco y verde.

Source: ¿Qué fue de mi almendrón? | Cubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/que-fue-de-mi-almendron/

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